miércoles, 20 de febrero de 2008

Renunció Fidel Castro pero la dictadura en Cuba continúa


Las relaciones amor-odio de Fidel y Cuba con Uruguay
Encuentros y desencuentros

Los dos países han tenido vínculos ríspidos o amenos, pero siempre próximos e intensos
Revisar los anales de las relaciones entre Cuba y Uruguay es encontrar que fueron ríspidas o amenas, pero siempre intensas y estrechas. Ambos países son recíprocos puntos de referencia desde que la isla se convirtió en uno de los mercados para el tasajo uruguayo en el siglo XIX y Uruguay para su ron. La Habana fue también destino de ilustres patricios enemigos de la incipiente dictadura de Latorre, desterrados en la barca Puig en 1875.
Desde la revolución, no fueron mucho mejores las relaciones con la izquierda vernácula que con los partidos tradicionales, aunque le tocó a estos consumar las rupturas públicas, mientras con los anteriores se peleaban en privado.
Barbudos en Uruguay. Uruguay fue uno de los primeros destinos internacionales de Fidel Castro tras el triunfo de la revolución en 1959. El pequeño país austral estrenó ese año el primer gobierno blanco en un siglo y tenía una importante influencia política en las cuestiones continentales, que Cuba necesitaba poner a su favor. Parte del territorio estaba bajo agua en las peores inundaciones de la historia y Fidel visitó zonas afectadas.
Poco después sería el Che Guevara el visitante, pero ya con el tono comunista recién adquirido por su gobierno. Fuimos en ese 1961 escenario de la histórica foto del Che tomando mate con Eduardo Víctor Haedo en Punta del Este, de los enfrentamientos del líder guerrillero con la delegación estadounidense en la reunión de la OEA en el hotel San Rafael donde nacía la Alianza para el Progreso, de contactos secretos de Guevara con representantes de sus enemigos y de una advertencia a la izquierda uruguaya en la Universidad, que los foquistas locales iban a ignorar. El partidario de “crear 100 Vietnam en América Latina” les dijo que no era el nuestro un país donde desarrollar la insurrección armada. Muchísimos uruguayos, de izquierda o no, estaban fuertemente influenciados por la revolución cubana, al igual que colectivos liberales e intelectuales en todo el mundo.
Ruptura y distancia. Y el “mundo libre” no encontró mejor método para prevenir la expansión cubana por América, que diseñando invasiones como Bahía de Cochinos y el aislacionismo, mediante la ruptura de relaciones conjunta de los países de la OEA en 1964. El canciller Alejandro Zorrilla de San Martín anunciaba la adhesión del gobierno uruguayo a la medida y el embajador compatriota en la isla debió cerrar la representación en La Habana.
En 1985 el capitán de navío Bernardo Piñeyrúa, afín al Partido Nacional y destituido durante la dictadura, partía a Cuba nombrado por el flamante presidente Sanguinetti a reabrir aquella sede.
Durante los 21 años de ruptura el mundo cambió del todo y las relaciones uruguayo-cubanas se limitaron a los buenos y malos vínculos de la izquierda local con el régimen de Castro.
Foco y partido. En la primera década de ese período, los comunistas uruguayos no se llevaron muy bien con Fidel y los suyos, mientras los tupamaros lograron transformar la desconfianza inicial en intercambio de información.
Un ícono de esa época es famoso y recordado choque en el corazón de La Habana, del Partido Comunista Uruguayo con la declaración de la Organización Latinoamericana de Solidaridad (OLAS), de desarrollar la lucha armada en el continente. En la foto del final de la conferencia aplauden de pie los popes del régimen y de la izquierda de la región, incluidos algunos uruguayos, mientras Rodney Arismendi, secretario general del PCU, y sus camaradas, permanecen sentados y atónitos. Ello se debió a que la “línea moscovita” que seguía disciplinadamente el comunismo uruguayo, funcional al sistema democrático, se oponía en forma frontal a la idea del “castrismo” de los sesenta, de llenar de guerrilleros el continente e instaurar la revolución por la fuerza, explican protagonistas sobrevivientes de aquella etapa.
La relación de los tupamaros con Castro no era mejor. Calificados emisarios del MLN establecieron relaciones con el PCC en 1965 y formalizaron un intercambio de información, pero no apoyo logístico que llegaría cuando la isla acogió a los tupamaros que abandonaron Chile poco antes y poco después de la caída de Allende.
Última sonrisa. La última sonrisa de Fidel a Uruguay fue en octubre de 1995, cuando invitado por el presidente Sanguinetti visitó Montevideo camino a una cumbre en Bariloche. En ese momento el comandante estaba aislado y había quienes sostenían que estaba dispuesto a dar a su país un nuevo rumbo. El presidente uruguayo procuró montar un escenario que diera perspectiva a una eventual voluntad aperturista. El visitante se paseó por la ciudad de traje civil, se alojó en un hotel de lujo y bromeó sobre que abriría la economía, pero no le pidieran que sea neoliberal.
Otros elementos jugaron en los meses y años siguientes y el viejo líder volvió a su consigna “socialismo o muerte”.
Después, un fuerte cruce de declaraciones entre el presidente Jorge Batlle y Fidel Castro en abril de 2002 terminó en la ruptura de relaciones por parte de nuestro país. En los días y semanas previas, Cuba reprochó a Uruguay su voto para que la ONU envíe una misión a observar los derechos humanos en Cuba. Por esos días Castro llamó a Batlle “abyecto Judas” insinuando que se había vendido a cambio de ayuda económica de EEUU. En una extraña interpretación de roles políticos, el PIT-CNT y el Frente Amplio, a través de su presidente, Tabaré Vázquez, manifestaron su solidaridad con La Habana y condenaron la actitud del gobierno uruguayo.

Fuente: El Observador, 20 de febrero

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