lunes, 10 de septiembre de 2007

Aparicio Saravia


Se cumplen hoy 103 años de la muerte de Aparicio Saravia. El Directorio del Partido Nacional concurrió ayer a Masoller, en cuyos campos y en el fragor de una dura batalla que comenzaba a inclinarse hacia los revolucionarios, el caudillo blanco recibió la herida el 1° de septiembre, que diez días más tarde le costara la vida.

Unos párrafos surgidos de la pluma de Washington Beltrán, cuando se cumplían setenta años de su muerte, mantienen una vigencia inalterable. "Setenta (ciento tres decimos nosotros) años que fueron, para el mundo, años de cambios y convulsiones, en cuyo transcurso, monolíticas teorías se desmoronaron; durante las cuales, las doctrinas económicas y filosóficas, que alcanzaron su auge con la subitaneidad de un relámpago y la aparente firmeza de lo inconmovible, entraron en el olvido; que sirvieron para que en un puñado de ellos, la ciencia diera zancadas con las que avanzó más que en toda la marcha de la humanidad; que sangraron a las naciones con gigantescas hecatombes, que transformaron las artes, la moral y las costumbres; que alteraron radicalmente los perfiles de la geografía política, que internaron a la historia por vericuetos desconocidos".

¿Qué milagro es éste -se preguntaba Beltrán- que hace que el nombre de Aparicio Saravia, entre tanta piqueta demoledora, entre tanto taladro destructor, mantenga la indomable fuerza de atracción; que su vida, su lucha y su muerte como ejemplo, rumbo y derrotero, conserven integral vigencia, que estas siete décadas que tanto deterioraron, no solo no hayan podido distanciarlo de nuestra memoria, sino que, al contrario, sintamos como un imperativo cívico el deber de abrevar en su evocación?".

"Para esta derrota del tiempo, arrasado por su figura, no cabe otra explicación de la que, en Saravia, se encarnaron valores vitales de nuestro pueblo (...), que en el viborear de su lanza cimbraban ideales tan consustanciados con el terruño, que éste no lo imaginaríamos desprendido de aquéllos; que bajo el chambergo de alas generosas y el poncho blanco de revoleantes pliegues, palpitaba el alma misma de la patria".

A los 103 años de su muerte, más Aparicio que nunca.

Fuente : El País, 10 de setiembre

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