
Una constante puerta giratoria. El relevo en la Dirección de Cárceles
Un subdirector muy cuestionado que se fue para la casa, pero no fue sustituido hasta un año después. Dos jerarcas que se tenían entre ceja y ceja. Cárceles con niveles de violencia inusitados y con pocos cambios. Son sólo algunos de los elementos que están detrás del relevo de la cúpula de la Dirección Nacional de Cárceles. El Ministerio del Interior ensayó una explicación no traumática del relevo de la cúpula de la Dirección Nacional de Cárceles (DNC). Para la ministra Daisy Tourné, la destitución del director Julián Rodríguez y del subdirector Eduardo Pereyra Cuadra debe ser leída como un proceso “natural”, en el marco de cargos caracterizados por un “tremendo desgaste”. Pero, como suele ocurrir en estos casos, los agradecimientos por los servicios prestados esconden causas más complejas. Para empezar, los dos oficiales relevados estaban enfrentados por lo menos desde hace casi un año. Ambos jerarcas mantenían constantes discusiones y en una oportunidad incluso los sub-alternos pudieron presenciar cómo Rodríguez increpaba a Pereyra por haberle birlado su lugar de estacionamiento en la vereda de la repartición ubicada sobre la calle Cerro Largo. El 25 de julio de 2007, y luego del entredicho, el subdirector dio parte de enfermo y no se reintegró hasta casi un mes después (el 22 de agosto). Pero la reincorporación fue muy fugaz. Dos días después, Pereyra se volvió a ir para su casa, muy enojado por una decisión de Rodríguez. El director había separado del cargo a un cabo de su extrema confianza, que estaba al frente de la oficina de Transporte y actuaba además como su chofer. El policía fue sumariado a raíz de un faltante de unas 50 cubiertas. Esta situación prácticamente se mantuvo hasta la actualidad. En diciembre, el subdirector volvió a solicitar licencia por enfermedad y nunca volvió a reintegrarse. Fuentes vinculadas al sistema carcelario no olvidan un detalle que, al parecer, habría originado el incontenible malestar de Pereyra Cuadra. El subdirector tenía mayor rango que el director en la escala policial, ya que había sido nombrado inspector general. “Pereyra siempre pensó que él era quien debía estar al frente de la DNC. Además pensaba que Rodríguez tampoco tenía más experiencia en el tema carcelario que él”, confió a Brecha una fuente del sistema penitenciario. El subdirector es además una persona muy cuestionada, que también había tenido un fuerte enfrentamiento con otro ex director de Cárceles: Enrique Navas. De hecho, la destitución de Navas también estuvo vinculada a Pereyra Cuadra. El entonces ministro del Interior José Díaz pretendía nombrar como subdirector a Pereyra –que estaba al frente del Comcar, algo que fue fuertemente resistido por Navas. Ambos oficiales además se habían acusado mutuamente de corrupción. Varias fuentes consultadas por Brecha coincidieron en que el legajo de Pereyra Cuadra dista de ser prestigioso, ya que cuenta con decenas de faltas y varios sumarios. Para distintos especialistas en el sistema penitenciario resulta incomprensible cómo el ex subdirector no fue sancionado por las autoridades cuando se retiró de su puesto de trabajo y también cómo su cargo se mantuvo acéfalo durante tanto tiempo. “Estuvo prácticamente un año de licencia. Pasó todo el verano y Pereyra Cuadra siguió en el limbo. Mantuvo el cargo sin concurrir y no se lo subrogó”, apuntaron los informantes. El equipo conformado por las autoridades nunca funcionó. Y Rodríguez no dejaba de comentar entre sus allegados que estaba al frente de la peor dirección del ministerio, “navegando en solitario”. El director cesado por Tourné tampoco tenía un perfil demasiado especializado en el sistema penitenciario. Su vinculación al tema se remontaba apenas a la gestión de la cárcel departamental de Salto, en virtud de su calidad de jefe de Policía de ese departamento. Luego, había tenido una extensa trayectoria al frente de la Guardia de Coraceros. En algunos medios, Rodríguez se mostró algo molesto por la forma en la que le comunicaron la destitución. En otros, como El Pueblo, de Salto, hizo extrañas declaraciones: “El ambiente está pesado y se percibe constantemente que en cualquier momento se puede venir algo feo”. Cuando Brecha lo interrogó sobre este punto, el ex director se desdijo: “No hice esas declaraciones, yo no estoy declarando. Lo que quiero es estar tranquilo”. Rodríguez, cercano al Partido Nacional, sí insistió en que se siente “aliviado” por abandonar el cargo: “Estaba previsto que estuviera por un año y casi llegué a dos”. TIEMPOS VIOLENTOS. La complejidad de la situación carcelaria, es cierto, excede las posibilidades y las capacidades de la dnc. La crisis es estructural e involucra a una multiplicidad de actores: gobierno, Poder Judicial, Parlamento y la sociedad toda. Pero entre los operadores del sistema carcelario hay algunas coincidencias. Por ejemplo, se hace mucho hincapié en que durante la gestión de Rodríguez hubo un notorio incremento de la violencia intracarcelaria, abonada por un mayor ingreso de armas. Este fenómeno fue especialmente crudo en el penal de Libertad, donde se produjo el 64 por ciento de las muertes violentas. El “Informe 2007 del Comisionado Parlamentario para el Sistema Penitenciario” consigna que durante el año pasado fallecieron por circunstancias violentas 16 personas, nueve de ellas en Libertad. El dato es particularmente sugestivo si se toma en cuenta que no se trata del penal con mayor cantidad de presos, sino del tercero (luego del Comcar y la cárcel de Canelones). Siete de los fallecimientos fueron por arma blanca y dos por arma de fuego. Precisamente, la tenencia de armas de fuego es vista como un dato “nuevo”, pero de “extrema gravedad”. La situación en Libertad motivó el relevo de los directores Julio Artigas Lema y Julio Carrera. El desencadenante de la destitución fue la folclórica fuga de un homicida, travestido con peluca y ropa de mujer. Pero, en realidad, este suceso se sumó al habitual ingreso de armas y drogas y a la sospecha de la existencia de una red de corrupción con guardias involucrados. “La dirección de Libertad fue totalmente prescindente. Y la responsabilidad de la dnc en todo caso estuvo en haberla sostenido por mucho tiempo”, apuntaron las fuentes. Pero, para algunos, el remedio fue peor que la enfermedad. El sustituto de Artigas Lema fue el mayor Diego Enrique Fernández, considerado un “duro” en la interna carcelaria. En noviembre de 2007 el comisionado parlamentario Álvaro Garcé registró en un lapso de diez días 23 casos de violencia con resultado de lesiones, en perjuicio de 19 internos. Los reclusos responsabilizaron al personal. La denuncia fue elevada a la justicia y el forense pudo dictaminar la existencia de cortes y fracturas. “No registrábamos una situación de violencia similar en este u otro establecimiento desde hacía muchos años”, se establece en el documento. También el “Informe 2007 de Derechos Humanos en el Uruguay”, del Serpaj, remarca que en 2007 se produjo una “cifra récord” de muertes. Desde el ministerio se niega que el balance elaborado por el comisionado parlamentario –que también destaca serias deficiencias de alimentación, salud y en las ausencias de garantías para los denunciantes– haya sido determinante en las destituciones. No obstante, otros operadores creen que el documento contribuyó a dejar más al descubierto las deficiencias. TRES PARA TRIUNFAR. El ministerio procura en esta etapa un nuevo formato de gestión: una suerte de triunvirato, integrado por los oficiales Jorge Szasz, Horacio Zaugg y José Colman. De esta manera, buscará que el peso de la tarea no recaiga en un director, sino en el equipo. Se ha buscado además un perfil más joven, con el que Tourné intentará, como dejó traslucir en la conferencia de prensa en la que anunció el relevo, imprimirle otra “dinámica” a la gestión. Los elegidos ya venían actuando en la órbita de la dirección, en particular Szasz (en apoyo a Julián Rodríguez, a partir de la ausencia de Pereyra Cuadra) y Colman. Szasz es un hombre con especial formación teórica en temas penitenciarios. Sin embargo, hay quienes lo definen como un “teórico”, que no pudo con el Comcar cuando lo dirigió. Quizás para compensar ese perfil, la ministra resolvió apuntalar la gestión con dos oficiales más experimentados, como Zaugg (que venía dirigiendo el Comcar) y Colman (el encargado del área de Inteligencia Penitenciaria). Este último es el más cuestionado a nivel de las organizaciones de familiares de reclusos. Nuevos nombres para una repartición que es apenas la punta del iceberg, pero que tiene a su cargo los establecimientos más numerosos y conflictivos del país.
Fuente: Brecha, 25 de abril
Un subdirector muy cuestionado que se fue para la casa, pero no fue sustituido hasta un año después. Dos jerarcas que se tenían entre ceja y ceja. Cárceles con niveles de violencia inusitados y con pocos cambios. Son sólo algunos de los elementos que están detrás del relevo de la cúpula de la Dirección Nacional de Cárceles. El Ministerio del Interior ensayó una explicación no traumática del relevo de la cúpula de la Dirección Nacional de Cárceles (DNC). Para la ministra Daisy Tourné, la destitución del director Julián Rodríguez y del subdirector Eduardo Pereyra Cuadra debe ser leída como un proceso “natural”, en el marco de cargos caracterizados por un “tremendo desgaste”. Pero, como suele ocurrir en estos casos, los agradecimientos por los servicios prestados esconden causas más complejas. Para empezar, los dos oficiales relevados estaban enfrentados por lo menos desde hace casi un año. Ambos jerarcas mantenían constantes discusiones y en una oportunidad incluso los sub-alternos pudieron presenciar cómo Rodríguez increpaba a Pereyra por haberle birlado su lugar de estacionamiento en la vereda de la repartición ubicada sobre la calle Cerro Largo. El 25 de julio de 2007, y luego del entredicho, el subdirector dio parte de enfermo y no se reintegró hasta casi un mes después (el 22 de agosto). Pero la reincorporación fue muy fugaz. Dos días después, Pereyra se volvió a ir para su casa, muy enojado por una decisión de Rodríguez. El director había separado del cargo a un cabo de su extrema confianza, que estaba al frente de la oficina de Transporte y actuaba además como su chofer. El policía fue sumariado a raíz de un faltante de unas 50 cubiertas. Esta situación prácticamente se mantuvo hasta la actualidad. En diciembre, el subdirector volvió a solicitar licencia por enfermedad y nunca volvió a reintegrarse. Fuentes vinculadas al sistema carcelario no olvidan un detalle que, al parecer, habría originado el incontenible malestar de Pereyra Cuadra. El subdirector tenía mayor rango que el director en la escala policial, ya que había sido nombrado inspector general. “Pereyra siempre pensó que él era quien debía estar al frente de la DNC. Además pensaba que Rodríguez tampoco tenía más experiencia en el tema carcelario que él”, confió a Brecha una fuente del sistema penitenciario. El subdirector es además una persona muy cuestionada, que también había tenido un fuerte enfrentamiento con otro ex director de Cárceles: Enrique Navas. De hecho, la destitución de Navas también estuvo vinculada a Pereyra Cuadra. El entonces ministro del Interior José Díaz pretendía nombrar como subdirector a Pereyra –que estaba al frente del Comcar, algo que fue fuertemente resistido por Navas. Ambos oficiales además se habían acusado mutuamente de corrupción. Varias fuentes consultadas por Brecha coincidieron en que el legajo de Pereyra Cuadra dista de ser prestigioso, ya que cuenta con decenas de faltas y varios sumarios. Para distintos especialistas en el sistema penitenciario resulta incomprensible cómo el ex subdirector no fue sancionado por las autoridades cuando se retiró de su puesto de trabajo y también cómo su cargo se mantuvo acéfalo durante tanto tiempo. “Estuvo prácticamente un año de licencia. Pasó todo el verano y Pereyra Cuadra siguió en el limbo. Mantuvo el cargo sin concurrir y no se lo subrogó”, apuntaron los informantes. El equipo conformado por las autoridades nunca funcionó. Y Rodríguez no dejaba de comentar entre sus allegados que estaba al frente de la peor dirección del ministerio, “navegando en solitario”. El director cesado por Tourné tampoco tenía un perfil demasiado especializado en el sistema penitenciario. Su vinculación al tema se remontaba apenas a la gestión de la cárcel departamental de Salto, en virtud de su calidad de jefe de Policía de ese departamento. Luego, había tenido una extensa trayectoria al frente de la Guardia de Coraceros. En algunos medios, Rodríguez se mostró algo molesto por la forma en la que le comunicaron la destitución. En otros, como El Pueblo, de Salto, hizo extrañas declaraciones: “El ambiente está pesado y se percibe constantemente que en cualquier momento se puede venir algo feo”. Cuando Brecha lo interrogó sobre este punto, el ex director se desdijo: “No hice esas declaraciones, yo no estoy declarando. Lo que quiero es estar tranquilo”. Rodríguez, cercano al Partido Nacional, sí insistió en que se siente “aliviado” por abandonar el cargo: “Estaba previsto que estuviera por un año y casi llegué a dos”. TIEMPOS VIOLENTOS. La complejidad de la situación carcelaria, es cierto, excede las posibilidades y las capacidades de la dnc. La crisis es estructural e involucra a una multiplicidad de actores: gobierno, Poder Judicial, Parlamento y la sociedad toda. Pero entre los operadores del sistema carcelario hay algunas coincidencias. Por ejemplo, se hace mucho hincapié en que durante la gestión de Rodríguez hubo un notorio incremento de la violencia intracarcelaria, abonada por un mayor ingreso de armas. Este fenómeno fue especialmente crudo en el penal de Libertad, donde se produjo el 64 por ciento de las muertes violentas. El “Informe 2007 del Comisionado Parlamentario para el Sistema Penitenciario” consigna que durante el año pasado fallecieron por circunstancias violentas 16 personas, nueve de ellas en Libertad. El dato es particularmente sugestivo si se toma en cuenta que no se trata del penal con mayor cantidad de presos, sino del tercero (luego del Comcar y la cárcel de Canelones). Siete de los fallecimientos fueron por arma blanca y dos por arma de fuego. Precisamente, la tenencia de armas de fuego es vista como un dato “nuevo”, pero de “extrema gravedad”. La situación en Libertad motivó el relevo de los directores Julio Artigas Lema y Julio Carrera. El desencadenante de la destitución fue la folclórica fuga de un homicida, travestido con peluca y ropa de mujer. Pero, en realidad, este suceso se sumó al habitual ingreso de armas y drogas y a la sospecha de la existencia de una red de corrupción con guardias involucrados. “La dirección de Libertad fue totalmente prescindente. Y la responsabilidad de la dnc en todo caso estuvo en haberla sostenido por mucho tiempo”, apuntaron las fuentes. Pero, para algunos, el remedio fue peor que la enfermedad. El sustituto de Artigas Lema fue el mayor Diego Enrique Fernández, considerado un “duro” en la interna carcelaria. En noviembre de 2007 el comisionado parlamentario Álvaro Garcé registró en un lapso de diez días 23 casos de violencia con resultado de lesiones, en perjuicio de 19 internos. Los reclusos responsabilizaron al personal. La denuncia fue elevada a la justicia y el forense pudo dictaminar la existencia de cortes y fracturas. “No registrábamos una situación de violencia similar en este u otro establecimiento desde hacía muchos años”, se establece en el documento. También el “Informe 2007 de Derechos Humanos en el Uruguay”, del Serpaj, remarca que en 2007 se produjo una “cifra récord” de muertes. Desde el ministerio se niega que el balance elaborado por el comisionado parlamentario –que también destaca serias deficiencias de alimentación, salud y en las ausencias de garantías para los denunciantes– haya sido determinante en las destituciones. No obstante, otros operadores creen que el documento contribuyó a dejar más al descubierto las deficiencias. TRES PARA TRIUNFAR. El ministerio procura en esta etapa un nuevo formato de gestión: una suerte de triunvirato, integrado por los oficiales Jorge Szasz, Horacio Zaugg y José Colman. De esta manera, buscará que el peso de la tarea no recaiga en un director, sino en el equipo. Se ha buscado además un perfil más joven, con el que Tourné intentará, como dejó traslucir en la conferencia de prensa en la que anunció el relevo, imprimirle otra “dinámica” a la gestión. Los elegidos ya venían actuando en la órbita de la dirección, en particular Szasz (en apoyo a Julián Rodríguez, a partir de la ausencia de Pereyra Cuadra) y Colman. Szasz es un hombre con especial formación teórica en temas penitenciarios. Sin embargo, hay quienes lo definen como un “teórico”, que no pudo con el Comcar cuando lo dirigió. Quizás para compensar ese perfil, la ministra resolvió apuntalar la gestión con dos oficiales más experimentados, como Zaugg (que venía dirigiendo el Comcar) y Colman (el encargado del área de Inteligencia Penitenciaria). Este último es el más cuestionado a nivel de las organizaciones de familiares de reclusos. Nuevos nombres para una repartición que es apenas la punta del iceberg, pero que tiene a su cargo los establecimientos más numerosos y conflictivos del país.
Fuente: Brecha, 25 de abril
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