
Desde fines de enero a la fecha, el Banco Central viene asumiendo, casi en solitario, la confrontación mayor con ese rebrote inflacionario que ahora la gente advierte y teme.
En economía todo cierra menos la inflación. Todas las metas se exceden, menos aquéllas en las que el MEF no tiene una incumbencia principal. El MEF se aparta, y como pueda, el BCU se apresta a pedirle al mercado y a las familias un nuevo crédito de confianza para alcanzar más adelante la única meta que no se está cumpliendo.
Las autoridades del Ministerio de Economía han hecho lo posible para informar que les preocupa la inflación, pero el acento del discurso de Astori y su equipo se concentra en la disciplina fiscal. Esto es básico pero no alcanza. Hasta ahora, mezcla de precaución institucional no meterse en áreas propias del BCU e intento de no estimular la creatividad que, en general caracteriza a la izquierda, para inventar operaciones de regulación administrativa de precios, el MEF no se decide a aceptar una discusión más política o central sobre la inflación y sus efectos. Ese tema fue rozado levemente en la reunión mantenida con los primeros interesados en que el peso no pierda más valor real: los trabajadores. Muchos especulan con que al MEF ese plus de impuesto inflacionario le ayuda a cerrar las cuentas habilitando el aumento del gasto social. Otros más alejados de la confrontación, creemos en una multiplicidad de factores concurrentes que le impiden al MEF buscar, en los espacios de coordinación con el BCU, una agresividad mayor en la confrontación con la inflación.
El MEF no está dispuesto a pagar ya más costos políticos y hasta parece aceptable tal cual se hace política en este país. En tanto, es probable que en la tarde de hoy, el BCU deba mantener la tasa de política monetaria en el 7.25% aunque sus servicios y la mayoría de su directorio tuvieran fundamentos para subirla.
De tal manera, el BCU estaría declinando avanzar un poco más en esa confrontación por la estabilidad en riesgo. Tendrá en ese caso que explicarnos a todos por qué debemos vivir, hace ya un año, suponiendo que los precios del consumo van a aumentar un máximo de seis por ciento al año, mientras la realidad indica que estamos aceptando proyectar, negociar y pagar precios que crecen una vez y media lo previsto inicialmente.
La República, 7 de marzo
No hay comentarios:
Publicar un comentario