viernes, 28 de marzo de 2008

Cómo aprovechar la “bonanza coyuntural” según el Banco Mundial


Prenda la luz, que hay apagón
El horizonte latinoamericano en los próximos cinco años tendrá “un arco iris de problemas y oportunidades, de logros y desafíos, de luces y sombras”, lo que nos sitúa en una región “en transición”, sostuvo ayer el director de Política Económica y Programas de Reducción de Pobreza del Banco Mundial para América Latina y el Caribe, Marcelo Giugale, durante su exposición en la Cámara Nacional de Comercio y Servicios del Uruguay (CNCS).-

Para este director del Banco Mundial (BM), dentro de los logros y desafíos que Latinoamérica tiene están la democracia y sus instituciones.

Expresó que la historia política de este continente es “bastante triste” pero que “sin lugar a dudas, desde hace 20 años es más democrático, con un proceso de inclusión política más rápido que lo visto hasta el momento”. “Los Estados latinoamericanos hemos creado un limbo de participación: presupuestos participativos, mesas de diálogo, iniciativas y consultas populares, entre otros mecanismos que están fuertemente arraigados”, expresó el director. “En sólo 50 años pasamos de una democracia pobre a una representativa en los Parlamentos, luego a una democracia participativa en los comités y ahora protagónica en la calle”, hechos que para Giugale “son positivos porque hacen difícil hacer grandes cambios sin consultar a la ciudadanía y dotan de mayor sostenibilidad al sistema democrático”.

Pero este mejoramiento en la democracia arroja algunas sombras: “¿Están suficientemente consolidadas las condiciones que hacen que la democracia se sostenga y camine en el futuro? ¿Hemos creado las instituciones para que la democracia funcione?”, se pregunta. Y contesta que aín falta mejorar mucho las instituciones judiciales. Reconoce que se han intentado cambios pero que éstos han sido insuficientes: “Son lentos, nos siguen faltando la eficiencia y consolidar al sistema judicial”.

Ph.Desarrollo El segundo eje abordado por este doctor en economía fue la necesidad de transformar el crecimiento en desarrollo, asegurando que la bonanza coyuntural se consolide en un bienestar estructural.

Recordó que desde hace 30 años no crecíamos tanto como actualmente, fenómeno que para él se mantendrá este año. Entre las explicaciones para tal hecho figura la “calidad de la política económica en América Latina, que en promedio ha mejorado notablemente” porque muchos países tienen superávit primario en sus cuentas públicas, sumado a que también la calidad de la política monetaria ha mejorado mucho: “Ahora los bancos centrales son más competentes, independientes y serios: por ejemplo, dicen cuál es la inflación que buscan, lo que sería una especie de contrato social”.

Por otra parte, se viene pagando sin inconvenientes toda la deuda externa “hasta en Venezuela, que ideológica y políticamente no son afines a ello”.

Pero, como a lo largo de toda la ponencia, advirtió que esto presenta sus propias sombras: el crecimiento no necesariamente implica desarrollo. Para Giugale, en América Latina no se está aprovechando el crecimiento económico para que se produzca un aumento del desarrollo socioeconómico.

Por ejemplo, no se mejora la calidad educativa: “El gran problema es que nuestra generación no crió otra que fuera cognitivamente superior a la nuestra”.

Otro aspecto que determina nuestro grado de desarrollo es la creación de industrias “realmente nuevas”, más allá de “algunas excepciones”.

Otro factor negativo es la penetración de América Latina en el comercio internacional, que desde 1980 se mantiene igual: 5% -cifra que también sería igual en caso de que la región no hubiera hecho nada para mejorarla. El último problema que impide el desarrollo es que desde 1990 emigraron 15 millones de latinoamericanos.

Pese a generar 60.000 millones de dólares en remesas anuales, a su juicio, éstos no son “recursos que generen desarrollo”. En síntesis: “La luz es el crecimiento y la sombra, lo que no se innova”.

De la mano con el desarrollo se lograría la prosperidad. Pero no necesariamente. Una de las hipótesis de Giugale es que, si bien en Lationamérica durante los últimos 20 años la pobreza “ha ido bajando un poco”, lo que se mantiene es la desigualdad. Definida como “no tener las mismas oportunidades entre los diferentes ciudadanos”, en el continente hay “una inequidad tremenda, horrible, la peor del mundo” y aclaró que por nuestra forma de ser a Uruguay “le cuesta aceptarlo” porque por mucho tiempo y durante la historia como Estado creímos que todos gozábamos de iguales oportunidades. Así, planteó la necesidad de pasar “de prosperidad a la oportunidad” como tercer desafío.

Boletín de notas Finalmente, explicó la demanda que existe de que los Estados pasen al rendimiento por resultados.

Cree que los ciudadanos no desconfían del sistema democrático sino del Estado y que por ello “nos rehusamos a aportarle.

Hacemos que pagamos, así como hacemos de cuenta que él nos presta servicios. En definitiva, se trata de creer o reventar”. Aquí entra el elemento corrupción.

Giugale sostiene que hoy es más difícil ser corrupto porque hay programas informáticos de control sobre las compras públicas, mayores garantías en las oficinas recaudadoras y aduanas con nuevas tecnologías. Pese a todo, “la confianza no se regeneró. Porque no es darle al Estado sólo transparencia sino, además, eficiencia; para ello hay que comprometerse con resultados concretos”.

La Diaria, 28 de marzo

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